
La escasez de combustible en Bolivia se agrava y provoca una crisis multisectorial que afecta al transporte, la producción de alimentos y los precios al consumidor. El presidente Luis Arce admitió que no puede garantizar el abastecimiento, mientras la ciudadanía enfrenta largas filas y una creciente incertidumbre económica.
La crisis por la falta de combustibles en Bolivia se intensifica y genera una serie de consecuencias que golpean a distintos sectores de la economía. Transportistas, comerciantes, productores agropecuarios y empresarios gastronómicos denuncian que la escasez de gasolina y diésel pone en riesgo la continuidad de sus actividades y agudiza el alza de precios, especialmente en productos básicos como el pollo y los huevos.
Mientras la ciudadanía enfrenta extensas filas para abastecerse, el presidente Luis Arce reconoció este miércoles que el Gobierno no puede garantizar la provisión de carburantes. “Eso no depende de nosotros”, afirmó en declaraciones a la prensa durante los actos por el aniversario del departamento de La Paz. Arce responsabilizó a la falta de aprobación de créditos en la Asamblea Legislativa, señalando que “los mismos partidos que se comprometieron a aprobarlos los rechazaron”.
Las declaraciones del mandatario encendieron las alarmas en sectores que ya viven con preocupación la escasez diaria. En Santa Cruz, los conductores reportan esperas de hasta varios días en estaciones de servicio, especialmente en zonas como Montero. “Recorremos surtidores por horas y en la mayoría no hay gasolina, solo uno tenía y la fila era interminable”, declaró uno de los afectados.

En Tarija, los productores del sector avícola advirtieron que, si no se regulariza el suministro de diésel, podría haber desabastecimiento de pollo y huevos. En Cochabamba, empresarios gastronómicos reportan que la falta de carburantes ha elevado los costos de insumos y transporte, lo que pone en jaque a pequeños negocios del rubro.
El transporte pesado y el de pasajeros también enfrentan dificultades operativas. Muchos transportistas deben dejar de trabajar por horas o días, dedicando su tiempo a conseguir diésel para continuar operando. “No se puede trabajar así, estamos perdiendo dinero y clientes”, afirmó un conductor en una fila de El Alto.
La situación también tiene efectos en los precios al consumidor. A medida que el transporte se vuelve más caro y lento, los alimentos y productos básicos suben de precio, golpeando aún más el bolsillo de la población.
A pesar de que el Gobierno ha solicitado créditos para la compra de combustibles, la falta de consenso político en la Asamblea impide su aprobación. Mientras tanto, los surtidores muestran señales de colapso y la población, ya desgastada por otras crisis económicas, exige soluciones urgentes.
La incertidumbre sobre el abastecimiento de combustible en Bolivia crece cada día, en medio de un escenario donde la falta de respuesta concreta del Gobierno y el bloqueo político profundizan la fragilidad del tejido productivo nacional.