El fruto que resistió al fuego: el acaí impulsa una revolución silenciosa en la Amazonia boliviana

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En Buen Retiro, una comunidad amazónica de Bolivia, el asaí dejó de ser solo un fruto silvestre para convertirse en el eje de una transformación profunda: mujeres organizadas, bosques protegidos y un modelo de vida que desafía al extractivismo. Todo esto, en medio del avance implacable del fuego.

En la intersección de los ríos Madre de Dios y Beni, en pleno corazón de la Amazonia boliviana, la comunidad de Buen Retiro ha encontrado en el asaí no solo una fuente de ingresos, sino un símbolo de resistencia frente a la devastación ambiental. Lo que antes era un alimento tradicional, hoy representa una apuesta por la vida, la conservación y la bioindustria.

En 2024, mientras los incendios forestales arrasaban casi tres millones de hectáreas en el departamento del Beni, dejando 73 comunidades afectadas solo en Riberalta, el silencio de la planta procesadora de asaí en Buen Retiro decía más que mil palabras. “Este año no hay fruto… los incendios nos destruyeron todo”, lamenta Birginia Justiniano, una de las líderes de la transformación que vive la comunidad. Aquel año, la producción cayó un 90%.

Pero la historia del asaí en Buen Retiro no se escribe solo con cifras de pérdida. En 2018, ocho mujeres y seis hombres fundaron la Asociación Agropecuaria de Productores de Majo y Asaí (Aagropama BR). Comenzaron con jugo artesanal y un tacú para moler el fruto. Hoy cuentan con una planta bioindustrial con capacidad para procesar hasta 3.000 kilos diarios. Han aprendido a proteger la palmera, valorarla en pie y aprovechar sus frutos sin derribarla.

“De botellas a toneladas, de tacú a máquina”, resume Sandra Justiniano. La bioindustrialización no solo les cambió la vida, también redefinió sus roles. Ahora tienen tiempo para sus hijos, para el bosque, para planificar un futuro que no dependa de destruir la tierra que los alimenta. La cadena de vida que sostiene el asaí —aves, murciélagos, jochis— es también la cadena que ellas buscan mantener viva.

A pesar del humo que impidió la floración y redujo las ventas de pulpa a apenas 45 toneladas en 2024, la comunidad no se detiene. El contraste es evidente: mientras otras zonas de la provincia Vaca Díez perdieron casi 100.000 hectáreas de bosque, Buen Retiro conserva 18.000. Su modelo productivo combina la recolección sostenible de castaña, majo y asaí con planes de manejo forestal que priorizan la vida.

La transición no ha sido fácil, pero es firme. En un contexto donde los incendios se repiten cada año entre julio y octubre, el asaí se ha convertido en un símbolo de otra Amazonia posible: una donde el bosque se protege, las mujeres lideran y las comunidades deciden no ceder ante el extractivismo.

“El bosque nos da todo: agua, aire y comida. Si lo cuidamos, nos dará futuro”, afirma Birginia mientras desgrana los frutos morados. En su gesto hay una lección: cada racimo de asaí es una pequeña victoria contra el olvido, una promesa para las generaciones que vienen. Porque en Buen Retiro, el asaí ya no es solo un alimento: es memoria, es dignidad, y es esperanza.

Fuente: El Deber 

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