El triángulo China-Rusia-India se reactiva como desafío geopolítico frente a Trump y Occidente

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La reciente visita de Vladimir Putin a China, en el marco de una cumbre multilateral y un desfile militar con alto contenido simbólico, marca un posible relanzamiento del eje China-Rusia-India. En un contexto de tensiones crecientes con Estados Unidos, este bloque busca proyectar fuerza, cohesión y una alternativa al orden liberal occidental liderado por Washington.

La geopolítica global entra en una nueva fase de realineamientos estratégicos. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha regresado a China en un contexto completamente distinto al de sus visitas anteriores. Ya no es el mandatario acorralado por sanciones tras la invasión a Ucrania, sino un líder con respaldo internacional visible, que no solo ha sido recibido con honores por Xi Jinping, sino que viene de una cumbre en Alaska donde fue recibido con cortesía por el presidente estadounidense Donald Trump.

Putin ha logrado persuadir a Trump de no insistir en el cese de los bombardeos sobre Ucrania ni reactivar nuevas sanciones. Esa victoria diplomática ha sido aprovechada por Moscú para reafirmar su alianza con Pekín, donde se celebra esta semana una cumbre de la Organización para la Cooperación de Shanghái (SCO) en Tianjin, con la participación de líderes como Kim Jong-un y el primer ministro indio, Narendra Modi.

Aunque India mantiene una relación ambivalente con China y Estados Unidos, su presencia en este foro —sumada al simbolismo del desfile militar en Pekín conmemorando el fin de la Segunda Guerra Mundial— es interpretada por analistas como una señal de que el bloque RIC (Rusia-India-China) podría estar saliendo de su letargo.

Este triángulo, que durante años pareció desactivado por fricciones regionales y prioridades nacionales divergentes, encuentra en la creciente presión de Washington un nuevo motivo de cohesión. Como en los tiempos de la Guerra Fría, una política exterior agresiva por parte de EE.UU. —especialmente bajo el segundo mandato de Trump— está acercando a países que, aunque tienen diferencias, comparten intereses estratégicos clave: resistir la hegemonía occidental y promover un nuevo orden multipolar.

China, según expertos como Pierre Andrieu, se ha convertido no solo en el principal proveedor de bienes a Rusia tras la salida de empresas occidentales, sino también en su principal comprador de energía. Moscú, por su parte, le ofrece a Pekín respaldo político y militar en organismos internacionales como el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta relación se profundizó tras la invasión a Ucrania en 2022, cuando ambos gobiernos proclamaron una «amistad sin fronteras» y una cooperación «sin zonas prohibidas».

La sintonía entre Putin y Xi Jinping es también personal. Ambos líderes tienen trayectorias similares, lideran regímenes autoritarios con férreo control interno y rechazan la influencia liberal de Occidente. Durante los últimos años, se han reunido más de 40 veces, y Xi ha llamado públicamente a Putin “su amigo más querido”.

Sin embargo, detrás de esta cercanía hay también cálculos estratégicos. China se beneficia de tener una Rusia suficientemente fuerte como para desafiar a EE.UU., pero no tanto como para actuar con total autonomía. Pekín prefiere una Rusia subordinada a su órbita, útil para movilizar apoyo en Asia Central, influir en el sur global y presentar un frente común en contra del modelo occidental de democracia liberal y economía de mercado abierta.

India, aunque con intereses más complejos, también podría sumarse tácticamente a este eje en temas específicos. La relación de Modi con Washington ha sido estratégica, pero la participación activa en foros como la SCO evidencia que Nueva Delhi mantiene su política exterior de no alineamiento tradicional, aprovechando los espacios multilaterales para equilibrar sus relaciones globales.

Mientras tanto, los intentos de Trump por dividir a Moscú y Pekín, como hiciera Henry Kissinger en los años 70, parecen no estar dando resultados. Lejos de fracturar la alianza, las sanciones y las presiones estadounidenses podrían estar consolidando una coalición informal de potencias no occidentales que, aunque diversa, comparte una misma meta: desafiar el orden global vigente y disputarle a EE.UU. la centralidad del poder mundial.

En ese escenario, la reactivación del eje China-Rusia-India no es una simple reunión diplomática, sino una declaración geoestratégica de largo alcance. Una nueva fase del tablero internacional podría estar en marcha, con alianzas inesperadas y un equilibrio de poder cada vez más fluido.

Fuente: BBC

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