
La escasez de diésel ya no es solo una molestia logística: es una crisis nacional que pone en jaque al transporte interdepartamental, paraliza la producción agroindustrial y amenaza con desatar un efecto dominó en la economía boliviana. La estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) reconoció que no tiene los recursos suficientes para importar los volúmenes necesarios de combustible, lo que ha derivado en filas interminables en estaciones de servicio y crecientes reclamos del sector productivo.

“Estamos despachando al 100%, pero ese 100% ya no alcanza. Para eliminar las filas deberíamos despachar al 110% y no tenemos fondos para eso”, admitió Armin Dorgathen, presidente de YPFB, Según la estatal, el faltante de recursos para importar combustibles asciende a $us 300 millones solo en el primer semestre de 2025.
Las necesidades superan la capacidad de respuesta actual. Mientras YPFB requiere unos $us 63 millones semanales para cubrir la demanda, el Ministerio de Economía y el Banco Central solo asignan entre $us 55 y $us 60 millones. En semanas críticas, incluso se operó con apenas $us 40 millones, provocando cuellos de botella en el suministro.
La crisis del diésel es un reflejo más del deterioro macroeconómico del país. Con un presupuesto estatal asfixiado y reservas internacionales al límite, Bolivia se encuentra en una situación donde incluso el abastecimiento de combustibles básicos se vuelve incierto.
La falta de planificación, sumada a la dependencia de importaciones y a un sistema de subsidios insostenible, ha convertido al diésel en un bien escaso. Y sin una inyección urgente de recursos o una reestructuración profunda del modelo energético, la crisis solo tenderá a agudizarse.