Europa levanta una nueva “cortina de hierro” para contener una posible ofensiva rusa

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Con zanjas antitanques, muros de concreto, campos minados y un ambicioso “muro de drones”, los países que comparten frontera con Rusia y Bielorrusia están construyendo una nueva línea de defensa militar para enfrentar un posible ataque ruso tras la guerra en Ucrania.

A casi 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial, Europa vuelve a blindar sus fronteras. Esta vez, son los países que limitan con Rusia y su aliado Bielorrusia los que levantan una moderna y tecnológica “cortina de hierro” ante el temor de que Moscú redirija su ofensiva militar tras un eventual cese de fuego en Ucrania.

Finlandia, con una frontera de 1.340 kilómetros con Rusia, fue uno de los primeros en iniciar el proceso. Desde 2023, proyecta construir fortificaciones que cubran al menos el 15% de esa extensión, con un costo estimado de más de 400 millones de dólares y la meta de concluir las obras en 2026. Esta decisión fue motivada tanto por la invasión rusa a Ucrania como por el ingreso masivo de ciudadanos rusos que huían del servicio militar.

Pero Finlandia no está sola. Estonia, Letonia, Lituania y Polonia —todos miembros de la OTAN— han acelerado sus propios planes de defensa. En conjunto, estas naciones proyectan levantar más de 700 kilómetros de muros, zanjas y obstáculos físicos por un costo que supera los 2.700 millones de dólares. Letonia invertirá 350 millones de dólares para reforzar su frontera de 386 kilómetros, mientras que Lituania ya prepara una línea defensiva de 48 kilómetros y un conjunto de búnkeres, depósitos de municiones y refugios que buscan contener un eventual avance ruso.

Estas nuevas barreras incluyen tecnologías modernas, como radares, sensores de movimiento y obstáculos diseñados para frenar incluso a vehículos blindados. Se están desplegando “dientes de dragón” de concreto, zanjas antitanques, grandes pirámides de hormigón, puentes listos para ser demolidos y árboles marcados para bloquear caminos si es necesario. El objetivo: frenar, desviar o al menos ralentizar cualquier ofensiva sorpresa.

En paralelo, estas naciones han adoptado decisiones polémicas. En 2025, varios de estos países, entre ellos Polonia y Lituania, anunciaron su retiro del tratado que prohíbe el uso de minas antipersonales, y algunos revocaron su adhesión a convenios contra las bombas de racimo. Polonia, por ejemplo, incorporó oficialmente campos minados a su estrategia conocida como “Escudo Oriental”.

Uno de los desarrollos más ambiciosos es el llamado “muro de drones”, un proyecto conjunto de casi 3.000 kilómetros entre Finlandia, Noruega, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia. Esta barrera tecnológica incluirá sensores, radares, herramientas de guerra electrónica y drones de respuesta rápida, diseñados para detectar y neutralizar incursiones aéreas no tripuladas rusas en segundos. Empresas estonias ya trabajan en prototipos adaptados para operar en terrenos difíciles como bosques, lagos y pantanos.

El paralelismo con la histórica línea Maginot francesa —una cadena de fortificaciones que no logró frenar la invasión nazi en 1940— no pasa desapercibido. Los países europeos son conscientes de que ningún muro puede detener completamente un ataque, pero sí puede moldear su forma y reducir su impacto inicial. La apuesta es que una defensa bien planificada y coordinada altere los cálculos estratégicos del Kremlin.

Detrás de estas iniciativas hay un convencimiento compartido: si Rusia no logra una victoria decisiva en Ucrania, puede buscar otro frente de conflicto. Los Estados bálticos y sus aliados no quieren ser tomados por sorpresa.

Fuente: CNN

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