
El narcotráfico en Bolivia está dominado por clanes familiares que operan a pequeña escala y con estructuras descentralizadas, según el “Informe Mundial sobre Drogas 2025” presentado este jueves por la ONU en Viena. Este modelo, orientado al comercio y no al control territorial, representa un reto específico para las fuerzas de seguridad y marca una diferencia sustancial frente a los cárteles jerárquicos de otras regiones.
El más reciente Informe Mundial sobre Drogas 2025, presentado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), revela que Bolivia no está dominada por grandes cárteles, sino por clanes familiares que operan en red, con un enfoque logístico y comercial más que territorial. Estas organizaciones criminales, que también existen en países vecinos como Perú, han logrado mantenerse activas pese a operativos de interdicción, gracias a su estructura horizontal y fragmentada.
A diferencia de los grandes cárteles como el de Sinaloa en México o el PCC en Brasil, que imponen control violento sobre territorios y tienen jerarquías rígidas, las redes bolivianas están organizadas en células independientes. Estas se especializan en funciones como transporte, almacenamiento, distribución o lavado de dinero, y colaboran de forma flexible con actores nacionales e internacionales.

El informe destaca que esta descentralización permite a estas redes reducir su vulnerabilidad: cuando una célula es desarticulada, las demás continúan operando. Además, se subraya que estas organizaciones priorizan el comercio fluido de estupefacientes y la evasión de controles estatales antes que el uso de la violencia como método de control.
La ONU recomienda a los Estados que enfrentan estas formas de crimen organizado estrategias basadas en la infiltración, inteligencia y ruptura de confianza entre las distintas células criminales, dado que su atomización las hace poco efectivas frente a métodos tradicionales de represión.
En una dimensión más amplia, el estudio señala que el narcotráfico es la principal fuente de financiación del crimen organizado global, con cifras que evidencian su peso económico: solo el mercado de drogas minoristas en EE.UU. generó en 2016 más de 146.000 millones de dólares, un monto equivalente al 0,8 % del PIB estadounidense.